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La mayoría de mis series de cuadros y dibujos son representaciones de fotografías aparecidas en prensa, medios de comunicación y redes sociales, por lo tanto en un contexto muy popular. Son imágenes de personajes, ídolos, iconos y lugares, previamente recortadas y archivadas, que forman parte de la imaginería que me rodea en mi día a día como anglófilo aficionado, además de al arte y a la historia, al fútbol inglés y a las carreras de caballos. Se trata de fotografías publicadas en medios de consumo rápido y que a priori no guardan ningún valor, pero pintando cuadros a partir de ellas y mostrando esas imágenes en un lugar expositivo, cambia el lenguaje, cambia el medio, cambia el contexto en el que se observan, y cambia también su valor. De ser imágenes “de usar y tirar” han pasado a ser piezas únicas, obras de arte. El lugar en el que se muestra la imagen con el nuevo rango de cuadro o dibujo no es el mismo, el espectador tampoco. Tendrá que hacer el “esfuerzo” de desplazarse al lugar de la exposición, y en algunos casos tendrá que desprenderse de los prejuicios que conlleva acudir a un entorno artístico,  aunque paradójicamente  se encontrará con una imaginería popular, que le resultará muy familiar y cotidiana.

En el caso de los retratos, el espectador verá  a los retratados frente a frente, en algunos casos pintados en blanco y negro y vestidos con ropa de calle, lejos de la parafernalia que habitualmente les rodea. Puede ser que no los reconozca, porque estos no se presentan como personajes públicos, es él o ella en su día a día, se muestra a la persona que está bajo el personaje. El icono y el espectador se equiparan, se miran de tú a tú. Curiosamente, aunque el rango de la imagen se ha elevado, pues el trozo de papel de periódico se ha convertido en un óleo sobre lienzo o madera, el personaje retratado ha pasado de ser ídolo a  ser persona “común y corriente”.

Los cuadros de los estadios de fútbol y campos de golf sin jugadores ni aficionados van acompañados de dibujos de árboles  sin gente alrededor. El espectador no encontrará en ellos cánticos, bullicio ni ruido. Son paisajes vacíos, lejos de la algarabía habitual, muestra del tiempo que nos está tocando vivir.